Arenal, Concepción (1820-1893) Fábulas en verso originales (1851)
EL GORRIÓN Y LA HORMIGA
Iba un día cierta hormiga Del verano en lo más recio, Sudando a más y mejor, Camino de su granero. Salió al paso y la detuvo Un gorrión muy atento, Haciendo una cortesía Cual pudiera un palaciego. Ella fría contestóle Fundada, a lo que yo creo, De previsora en la fama Que goza en el mundo entero. Se acercó el pájaro más Y dijo en sumiso acento: "Yo voy, señora, a pediros Un favor de mucho precio, Y a su valor será igual Mi gratitud y respeto. Único, hermoso, querido, Muy joven un hijo tengo Y quisiera educación Darle mejor que me dieron. Sé que debiera enseñarle Yo mismo con el ejemplo, Mas criéme en el desorden Y reformarme no puedo. Para corregir sus vicios Halla poca fuerza un viejo, Pero el rapaz no los tiene Ni inveterados defectos; Y al ver vuestra economía, Vuestra exactitud y arreglo, Y que, de previsión tanta, Por fruto debido y cierto Tenéis la misma abundancia En Agosto que en Enero, Mientras el hambre devora A todos sus compañeros Que a centenares perecen Si es riguroso el invierno, Comprenderá cuánto importa Ser parco en el alimento. Si quisieras enseñarle Su apetito conteniendo, Con un año de lecciones Y acaso, acaso con menos, Llegará tal vez a ser Un gorrión de provecho. En cuanto a los honorarios No dudéis que será el premio Proporcionado al servicio Que yo más que nadie precio". Quiso excusarse la hormiga Con mil frívolos pretextos Que el pájaro con razones Echaba por tierra luego, Hasta que al fin acosada Díjole claro: "No quiero". Impelido el gorrión Por el cariño paterno, Escuchando la repulsa Irritóse hasta el extremo De amenazar con la muerte Al desventurado insecto. Ella, al verle tan furioso, Toda temblando de miedo, Con tono humilde y contrito Echóse a sus pies diciendo: "¡Piedad, señor! Yo disfruto La fama que no merezco; Yo no guardo en el verano Víveres para el invierno, Que paso como dormida En profundísimo sueño; Y he aquí por qué los rigores Nunca del hambre padezco". Admiróse el gorrión Del revelado secreto, Y aunque le pareció ver En su energía y acento El aire de la verdad, Quedóse un tanto perplejo; Lo cual notado que fue Por el afligido insecto Dijo: "Si por el temor Habéis creído que miento, Un sabio naturalista Que vive de aquí no lejos, Decir puede sobre el caso Lo que haya de falso o cierto”. Parecióle al gorrión Muy razonable aquel medio, Y buscó al naturalista Y hallóle, por dicha, luego. Díjole en cuatro palabras De educación su proyecto, Las excusas de la hormiga, Sus dudas y sus deseos. El sabio le respondió: "Dice verdad el insecto”. "Pero, señor, todo el mundo Piensa al revés”. "Ya lo creo. Un hombre con ojos sanos Ve más que un millón de ciegos. Como juzgar quieren todos Y el observar es molesto, A salga lo que saliere, Hora a diestro, hora a siniestro, Al prójimo le atribuyen Cualidades o defectos, Deprimiendo la virtud O quemando al vicio incienso. Y este mal, que ya es antiguo, Tiene difícil remedio Si no adquieren propia voz Los hombres que ahora son ecos”. Despidióse el gorrión Cabizbajo al oír esto, Y cuando estuvo a sus solas Dijo para su coleto: "Así de prudente y grave Fama se adquiere y provecho. ¡Así se juzgan las cosas! ¡Pues, señor, estamos frescos! Según me ha dicho este hombre Que parece hombre de seso, En el mundo se equivoca Lo blanco con lo que es negro. Y si persisto en buscar Mentor a mi rapazuelo He de hallar muchas virtudes Como ésta del hormiguero”.
_________________ Por una ciencia de las hormigas crítica, poética y diletante Blog personal: Historias de hormigas
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